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martes, 12 de octubre de 2010

Hemos Sacado a Dios de su Iglesia.

“Los predicadores hoy, hablan poco de Dios, el tema <Dios> a menudo es marginal”
Joseph Ratzinger.
Como lo describe el Sumo Pontífice Benedicto XVI, en ese entonces, siendo cardenal, desempeñando su tarea como Prefecto de la Doctrina de la Fe, los predicadores del presente: sacerdotes, Obispos, Teólogos, y demás Cristianos “laicos”, hemos olvidado la verdadera misión de la Iglesia, estamos perdiendo lo esencial, lo que mantiene viva y ardiente la Iglesia, se está opacando el rostro de su esposo, de Dios, como predicadores, como cristianos, hijos del Padre Celeste, nos hemos olvidado hablar de Él; para nosotros ya Dios es  algo conocido por todos o tal vez es un tema sin importancia, es anticuado;  y por esto lo sacamos de la Iglesia y así perdemos como Iglesia y como seres humanos nuestra esencialidad y de esta manera no nos configurarnos como esa  institución de Cristo: llena de humanidad, llena de sentido fraterno, de creatividad generosa, un lugar de reconciliación de todo y para todos[1]; sino, que hemos adquirido el perfil de Institución Social, política y económica de la cual la humanidad espera poco, pues ya el mundo está cansado de estas instituciones políticas y sociales, por ende la gente se aleja de la Iglesia respondiendo con cólera y con justa razón porque el mundo espera de la Iglesia una Isla de amor, de paz y tranquilidad; espera mas, espera conocer y vivir “a Dios”.

No necesitamos construir una nueva Iglesia, porque de esta manera nos desuniremos más, y lo que Dios nos manda es a la Unidad. “Sean uno como Tú, Padre, en mí y yo en ti, que también sean uno en nosotros” (Cfr. Jn. 17,21) que sean uno en la Iglesia de Cristo. Hay que reconocer que somos la Iglesia de Dios, pero que lo estamos excluyendo a Él, y que estamos andando sin Luz, a oscuras y de esta manera nos vamos desviando del verdadero Camino,  como cristianos encargados de hablar de Dios y hacerlo conocer con nuestras acciones, somos nosotros como bautizados los misioneros enviados a llevar la Buena Nueva de la Salvación a todos los rincones del mundo. ¿Pero cómo lograremos hacer que Dios vuelva a su Iglesia?  Dios nunca se ha ido de la Iglesia, pues Él lo prometió “estaré con ustedes hasta el final de los días” (Cfr. Mt 28, 20)    y el nunca miente o falta a sus promesas, lo que está sucediendo es que lo estamos rechazando o estamos haciendo que lo rechacen por presentar una Imagen de Dios falsa u opacada por nuestros ideales personales, por aquellos propios intereses.
No quiero culpar los Obispos y sacerdotes por la descontextualización que vive nuestra Iglesia, pero gran peso de esta cae sobre ellos, pues se han olvidado de sus tres misiones: Enseñar, Santificar y Pastorear, como no lo ha expresado el Santo Padre en tres de sus audiencias refiriéndose a estas tres misiones.  Utilizamos aquellas misiones que nos ha en comentado el Padre de una manera errónea, pues no enseñamos a Dios, sino, más bien a una Ideología propia; como pastores de la grey del Señor nos esforzamos en escribir y escribir miles de documentos o quizás millones, cuando estos documentos y doctrina que no es inútil, pero le estamos dedicando más tiempo a esto, que es minoría de la Iglesia quien lo lee, que realmente a lo que es necesario de hablar de Dios con todas las fuerzas, y en todos los ámbitos de nuestra vida. Debemos ser evangelios vivientes, vivir en Cristo, ser ejemplos de santidad, pues vale más un santo, que miles de libros;  la vida en Cristo es atrayente cuando se vive realmente en Cristo, pues ya cuando vivimos en Jesucristo con plenitud, nos hemos purificado, Él como escultor  quita de nosotros aquellas escorias que opacan nuestra imagen divina.

La Iglesia debe vivir en Cristo y nosotros como su cuerpo debemos vivir en Él y con Él, y así el nos ira purificando y quitando aquellas cosas del mundo que se nos han adherido y que no deja que las personas vean en la Iglesia real mente el rostro de Dios amoroso y misericordioso, no permiten ver en la Iglesia una compañía que realmente vale la pena ser vivida.
¿Cómo Cristianos Católicos que decimos que somos; en realidad lo sentimos así? ¿Sabemos que es ser cristiano?  ¿Somos fieles a la voluntad del Padre? ¿Cómo buscamos la verdad? ¿Podemos cambiar cosas de la Iglesia que no nos gusta? Es extraño y absurdo saber que muchos nos llenamos la boca, diciendo que somos católicos y tal vez hasta peleamos con nuestros hermanos separados por defender la doctrina católica, sin recordar algo muy grande y hermoso, que a pesar de nuestras diferencias nos une el mismo Dios, podemos decir que si lo sentimos, pero,  de que realmente seamos cristianos católicos, falta mucho. Pues ser cristianos es morir a mí mismo y resucitar en Cristo, es encarnar a Cristo. “No se trata de hacerse al valiente con fanfarronería, sino de tener verdadero valor cristiano para exponerse”[2], de esta manera ya vamos pensando de que realmente “Cristianos”, de eso muy poco, y que no vale la pena, por quien tiene el poder, lo que vale la pena es luchar por hacer vida en nuestra vida la Palabra del Padre Celeste, el Evangelio. Esto es lo esencial y por este evangelio es que tenemos que desgarrarnos las vestiduras, la piel, el corazón, la vida y el alma para hacer que este texto sagrado lo asumamos y lo vivamos con la felicidad que irradia Dios en nuestra vida.  Sabemos que esto no es fácil y a esto tenemos que ser fieles y radicales, no tergiversando la voluntad de Dios, no interpretando la Palabra de Dios a nuestra manera, a nuestra conveniencia o para hacer más fácil el camino a seguir, o acaso Dios le quito partes de sufrimiento a su Pasión, NO, cierto, entonces no nos excusemos y realmente interpretemos sin temor a la Palabra de Dios, siempre asistidos por el Espíritu Santo y con Él debemos emprender la búsqueda de la verdad, pues Él es nuestra Luz, que alumbra en aquellos caminos oscuros evitando de esta manera que tropecemos y caigamos en la tentación de plantear y comunicar nuestra ideología y no la ideología y voluntad de Dios, la Iglesia no es una Institución política que nosotros mismos dirigimos y elegimos quien nos represente, tenemos que saber que esta barca la dirige la Santísima Trinidad y que no es cosa nuestra modificarla, pues nadie más sabio que Dios y aquellos que Él elige para guiar aquel barco que nos llevará a verdes praderas, es aceptar la voluntad de Dios que Él sabe cómo dirigir su amada Esposa la Iglesia, además al morir a nosotros mismos, si es que realmente somos cristianos, entonces moriríamos a aquellos gustos mundanos y tendríamos solamente aquella sed de Cristo y de Agradarle en mis acciones.

Con esto regreso a aquella mediocridad cristiana a la que me dirigido en varias ocasiones en este mismo documento ¿Sabemos los Mandamientos de la Ley de Dios? 
“Pues los Mandamientos determinan las bases esenciales de nuestro comportamiento, deciden el valor moral de los actos humanos, permanecen en relación orgánica con la vocación del hombre a la vida eterna, con la instauración del reino de Dios en los hombres y entre los hombres. En la Palabra de la Revelación Divina  está escrito con claridad el código de la moralidad del cual permanecen como punto clave las tablas del decálogo del monte Sinaí y cuyo ápice se encuentra en el Evangelio: en el sermón de la montaña (Cfr. Mt 5,7.) y en el mandamiento del amor (Cfr. Mt 22, 37-40.)”[3]



[1] Ser cristiano en la era neopagana, El descontento con la Iglesia; Joseph Ratzinger.
[2] En Revista Católica Internacional  <communio>, Año 1, enero/febrero 1979, pp. 12-27, aquí p. 27.
[3] Carta apostólica del Papa Juan Pablo II a los jóvenes y a las jóvenes del mundo, Roma 31/03/1985